LA COBARDIA

El mundo está lleno de cobardes y la Iniciación es solo para los valientes y decididos.

Muchos se jactan de su empuje pero terminan como el caballero del relieve, quien deja caer su espada y huye ante la aparición de un conejo. Son las dudas invisibles que asaltan al profano y aún al iniciado, las que constituyen el segundo guardián del umbral, aún más terrible que el primero. Los temerosos no nos sirven en la Vía Iniciática, puesto que, prisioneros de sus miedos, son incapaces de afrontar el menor riesgo aún cuando antes alardean de sus futuras e hipotéticas hazañas. Sus miedos son de muchos tipos. Miedo a perder posición o ventajas materiales. Miedo a perder prestigio en cualquier terreno. Miedo a la mala suerte. Pero los peores miedos son los que se generan en tontas e irracionales creencias de tipo religioso (miedo al demonio, al infierno y a la condenación, al pecado, al Santo Oficio y demás frailes).

Es fácil hacer desistir a este tipo de gente. Bastan unas pequeñas pruebas iniciáticas para que huyan aterrorizados. Y es mejor que así lo hagan, dejando de abrigar ilusiones falsas sobre su propio valor y valer. Es mejor repetirlo para dejarlo en claro: no basta poseer espada para ser un auténtico caballero. Bien repiten los iniciados sufíes que “Aquel que aspira al cielo y teme al infierno es incapaz de la menor realización en el orden iniciático”.